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Comentario a Hechos de los Apóstoles Capítulo 10 Los capítulos 10 y 11 nos traen hasta un momento que le da un giro importante al libro de los Hechos. Aunque Jesús había encargado a los apóstoles de enseñar (hacer discípulos de) a todas las naciones (Mateo 28:19), ellos no estaban ansiosos por hacerlo. Aquellos que se dispersaron debido a la persecución que tuvo lugar después de la muerte de Esteban al principio, les habían predicado el Evangelio sólo a los judíos (Hechos 11:19). Evidentemente, habían interpretado la expresión "todas las naciones" como referente a los judíos dispersos entre todas las naciones. Desde el principio se ve con claridad en la Iglesia que convertirse a Cristo e incluso recibir el bautismo en el Espíritu Santo, no son circunstancias que quiten de forma automática los prejuicios con los que crece la persona. Pedro había progresado algo: aceptaba la obra del Señor en la salvación de los samaritanos. Pero éstos estaban circuncidados y guardaban la Ley tan bien como muchos judíos. También estaba dispuesto a hospedarse en la casa de un curtidor "impuro" que era creyente. Sin embargo, no se habían enfrentado todavía a la mayor de las barreras. Había muchas leyes y costumbres que separaban a los judíos de los gentiles, en especial las leyes dietéticas. Tampoco podía ningún judío comer alimentos preparados por un gentil, porque creían que esto también los haría impuros. Cornelio manda a buscar a Pedro (10:1-8) Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio. El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas. Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo. En Cesarea (unos 50 kilómetros al norte de Jope), la capital de la Judea bajo los procuradores romanos. Roma estacionó un cuerpo (cohorte) especial de soldados, conocido como "la compañía italiana". Uno de ellos, Cornelio, era centurión al frente de cien soldados de infantería. En autoridad y responsabilidad se compararía al capitán de los ejércitos modernos. Como todos los centuriones que se mencionan en el Nuevo Testamento, era un hombre bueno y, como el que Jesús elogiara en Mateo 8:10, 11, también era un hombre de fe. En aquellos días, algunos gentiles estaban cansados de las cosas absurdas, la idolatría y la inmoralidad de las religiones de Roma y Grecia. Muchos, entre ellos Cornelio, habían encontrado algo mejor en las enseñanzas de las sinagogas, y habían aceptado la verdad del único Dios verdadero. Lucas dice que Cornelio era un hombre piadoso. En otras palabras, era recto en sus actitudes hacia Dios y hacia los hombres, y por gracia, vivía una vida correcta ante Dios. También era temeroso (reverenciaba a) de Dios, con toda su casa (lo cual incluía tanto la familia como los sirvientes). Debido a su influencia, todos ellos asistían a la sinagoga, se sentaban en la parte posterior, oían la enseñanza y creían en Dios. Sin embargo, no se habían hecho plenamente prosélitos, o convertidos al judaísmo. Por consiguiente, ni habían aceptado la circuncisión ni guardaban las leyes sobre la alimentación. No obstante, Cornelio era generoso en las limosnas que le hacía al pueblo (los judíos) y oraba a Dios siempre ("a través de todo", es decir, a diario y en toda circunstancia). Dicho de otra forma, buscaba realmente al Señor para que lo guiara en todas las cosas. Por lo que se deduce del versículo 37, es evidente también que Cornelio conocía el Evangelio. Muchos eruditos bíblicos creen que Cornelio quería aceptar a Cristo y recibir la plenitud del Espíritu Santo, pero se le había dicho que tendría que comenzar por hacerse judío. Es muy posible que en aquella misma circunstancia estuviera pensando en dar aquel paso. De lo que sí podemos estar seguros, es de que Dios vio el deseo de su corazón. Alrededor de las 3 en punto de la tarde, la hora judía de la oración vespertina, estaba ayunando y orando. (Vea el versículo 30.) De pronto, se le apareció un ángel en una visión ("algo que vio"), esto es, en una verdadera aparición o revelación, abiertamente a la luz del día. No se trataba de un sueño, o de una visión semejante a los sueños; era algo muy real. Note que el versículo 7 dice que el ángel se marchó. Esto confirma que se trató de un suceso muy real, y no simplemente de una visión al estilo de los sueños. Cuando Cornelio dirigió su mirada hacia el ángel, se sintió atemorizado (lleno de temor, miedo o incluso terror). Era una reacción natural ante lo sobrenatural, en un hombre que nunca antes había experimentado nada sobrenatural. Pero, a pesar de su temor, le preguntó: "¿Qué es Señor?", lo cual indica que consideró al ángel como una manifestación divina. Sin embargo, el ángel dirigió su atención hacia Dios. Sus oraciones y sus limosnas habían subido (ascendido) para memoria (recuerdo, o mejor, ofrenda memorial) ante Dios. Entonces, el ángel le indicó que enviara hombres (que él mismo escogiera) a Jope, a buscar a Simón Pedro, que estaba posando en casa de Simón el curtidor. Pedro le diría lo que le era necesario hacer. Tan pronto como se marchó el ángel, Cornelio llamó a dos de los siervos de su casa. Como lo indica el versículo 2, eran hombres temerosos de Dios. Lucas llama "devoto" también (hombre de Dios, temeroso de Dios) al soldado que asistía a Cornelio. Después de explicarles en detalle lo que el ángel había dicho, los envió a los tres a Jope para que buscaran a Pedro. Las visiones de Pedro (10:9-22) "Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta. Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis: " y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. Volvió la voz a él la segunda vez; Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo. Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de si sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí los hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta. Y llamando, preguntaron si moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado. Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido? Ellos dijeron: Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras". Al día siguiente, a eso del mediodía, los tres hombres enviados por Cornelio se acercaban a Jope. Dios es siempre fiel y obra en ambas partes, de manera que era tiempo de preparar a Pedro. Pedro subió al techo plano de la casa por una escalera exterior. La mayoría de los judíos consideraban que el mediodía era una de las horas de oración (Salmo 55:17; Daniel 6:10). Pero, aun cuando su intención era orar, sintió mucha hambre y quiso comer. Se lo hizo saber a sus anfitriones; mientras permanecía en el techo, esperando a que le prepararan comida, "le sobrevino un éxtasis". Esto no significa algo así como un "trance", en el sentido moderno de la palabra, ni tampoco quiere decir que cayera en un estado hipnótico. Simplemente significa que su mente fue apartada de lo que estuviera pensando, mientras tenía la sensación de que algo importante estaba a punto de suceder. Entonces vio los cielos abiertos y algo que descendía de ellos. Era semejante a un enorme lienzo atado de las cuatro puntas y lleno de todo tipo de cuadrúpedos, animales salvajes, reptiles de la tierra y aves del cielo. Una voz le ordenó: "Levántate, Pedro, mata y come." Pedro tenía la sensibilidad espiritual suficiente para saber que aquella era la voz del Señor (esto es, del Señor Jesús). Pero sus prejuicios vencieron a su deseo normal de obedecer al Señor. Por esto replicó: "Señor, no (de ninguna manera); porque ninguna cosa (profana, sucia) común o inmunda (no kosher) he comido jamás." La voz le respondió: "Lo que Dios limpió, no lo llames tú común (impuro)." La negación es muy enfática aquí. Desde aquel momento, no debería considerar nada como impuro cuando Dios lo hubiera purificado. Después, para insistir más en ello, esto se repitió tres veces. Los prejuicios de Pedro eran tan fuertes, que hizo falta llegar hasta este extremo para fijar esta verdad en su mente. Pedro tenía el discernimiento espiritual suficiente para saber que esta visión tenía un significado que iba más allá de la posibilidad de comer alimentos que no fueran kosher, esto es, puros. El hecho de que estuviera perplejo sobre lo que esto significaría, no quiere decir que tuviera duda alguna de que tuviera un significado. Más bien quiere decir que tenía dificultad en tratar de comprender cuál era. Estaba confundido sobre su posible explicación. No obstante. Dios no lo dejó especular por mucho tiempo. Los hombres enviados por Cornelio se hallaban ya a la puerta, gritando para que los atendieran y preguntando por Pedro. Por esto, el Espíritu Santo interrumpió sus pensamientos (sus cavilaciones, mientras pesaba esta posibilidad y aquella) sobre la visión y le dijo que había tres hombres que lo buscaban. Debía levantarse, descender (por la escalera exterior) del techo e ir con ellos sin dudar, esto es, sin vacilación. (La palabra dudes del versículo 20 corresponde a diakrinómenos, palabra griega diferente a diéporei, la usada en el versículo 17) Era el Espíritu Santo el que los había enviado, al impulsar la obediencia con la que Cornelio los envió. Pedro obedeció, les dijo a los hombres que él era el que andaban buscando, y les preguntó cortésmente por la razón de su venida. Se la explicaron, añadiendo que Cornelio era un hombre de buen testimonio en toda la nación de los judíos. El encuentro entre Pedro y Cornelio (10:23-33) "Entonces, haciendoles entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo; Levántate, pues yo mismo también soy hombre. Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se habían reunido. Y les dijo: Vosotros sabéis cuan abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir? Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente, y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. Envía, pues, a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará. Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado". Por la mañana, después de haberlos hospedado durante la noche, Pedro se marchó con los tres hombres, pero tuvo el cuidado de llevar consigo a seis buenos hermanos judíos creyentes. (Vea Hechos 11:12.) El sabía que los demás creyentes lo llamarían a cuentas por haber entrado a la casa de un gentil, así que quería tener algunos testigos en los que pudiera confiar. Con el fin de estar seguro, tomó el doble de los dos o tres que exigía la Ley. (Vea Mateo 18:16; Deuteronomio 19:15.) Al siguiente día, cuando llegaron a Cesarea, se encontraron a Cornelio esperándolos con la casa llena de gente. El creía en la promesa del Señor. Por tanto, esperaba que Pedro fuera de inmediato y, calculando cuál sería el momento de su llegada, se tomó el trabajo de reunir a todos sus familiares y amigos íntimos. Cuando llegó Pedro, Cornelio estaba tan consciente de que Dios lo había enviado, que apenas lo encontró, cayó a sus pies y adoró (se puso de rodillas ante él). Probablemente, Pedro se quedara estupefacto ante esto. Rápidamente, lo asió y lo levantó, diciéndole categóricamente que él también era hombre, ser humano. Pedro no quería que nadie le diera preeminencia a ninguna personalidad humana en la Iglesia. El texto indica de manera implícita que cuando Pedro entró, se sorprendió de ver tanta gente. Comenzó su sermón recordándoles a todos los allí reunidos que era abominable (ilegal) para un judío juntarse (hacerse acompañar por) a o acercarse (tener acuerdo con) un extranjero. Pero él se hallaba allí, porque Dios le había mostrado que a ningún hombre (ningún ser humano) le llamara inmundo. Por lo cual, al ser llamado, fue sin replicar. Sin embargo, a continuación le preguntó el motivo por el que le habían hecho ir. Como respuesta, Cornelio le relató cómo cuatro días antes (contando aquel día como el cuarto) un varón con vestido resplandeciente (brillante) le dijo que enviara a buscar a Pedro, y eso había hecho. Pedro había hecho bien en ir. Es decir, estaban complacidos de que hubiera ido. 9 Todos ellos estaban en la presencia de Dios para oír todo lo que Dios le había mandado (indicado) que les dijera. Buenas nuevas para los gentiles (10:34-43) "Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre". El sermón de Pedro en la casa de Cornelio representa un hito en la historia de la Iglesia primitiva. Desde el principio, demuestra que ahora comprendía plenamente el significado de aquella visión repetida que había recibido en el techo. Veía que Dios ciertamente no hace acepción de personas. Esto es, que no muestra favoritismo ni parcialidad. En toda nación, aquel que le teme (adora y reverencia) y hace (obra, realiza) justicia (como evidencia de la grada divina recibida por fe), es agradable ante El. La imparcialidad de Dios no es una idea nueva. Había sido enseñada en pasajes del Antiguo Testamento, tales como Deuteronomio 10:17; 2 Samuel 14:14; 2 Crónicas 19:7. (Vea también Amos 9:7; Romanos 2:11; 1 Pedro 1:17.) Esto no significa que Dios no pueda escoger, pero no lo hace fundándose en diferencias externas o nacionales, ni limitándose a ellas. Por ello, estos gentiles, si reunían estas cualidades de adoración, fe y fidelidad, eran tan aceptables ante Dios, como cualquier judío. Entonces Pedro les recuerda a Cornelio y a sus amigos el mensaje que Dios le envió a Israel, anunciando (diciendo las buenas nuevas, el evangelio de) la paz por medio de Jesucristo. En este instante, Pedro no pudo evitar la inserción de la expresión "Este es Señor de todos". Después, continuó, recordándoles el mensaje que ellos conocían. "Vosotros sabéis" es enfático en griego en esta situación. Esto quiere decir que ellos conocían los hechos sobre Jesús, incluso la promesa del Espíritu Santo. Quizá hubieran oído predicar a Felipe. De todas maneras, Pedro reconocía que alguien les había dado el mensaje, porque había sido predicado a través de toda la Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Nadie que asistiera a las sinagogas podía haber escapado de oírlo. El mensaje era el mismo Jesús, Jesús de Nazaret, a quien Dios había ungido con el Espíritu Santo y con poder. (Vea Isaías 11:2; 6:1, 2; Lucas 4:18, 19.) Este Jesús anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos (derrotados o tratados duramente) por el diablo ("el calumniador"; el jefe de todos los calumniadores), porque Dios estaba con El. Entonces Pedro añade: "Y nosotros (los apóstoles, más que los creyentes de Jope) somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén." Después sigue adelante con el mensaje. A éste que no había hecho más que bien, lo mataron y lo colgaron de un madero (algo hecho de madera, esto es, la cruz). En contraste con lo que los hombres habían hecho con Jesús, Dios lo levantó (resucitó) de entre los muertos al tercer día. (Vea Oseas 6:2; 1 Corintios 15:4, 20, 23.) Entonces, Dios hizo que se manifestase (se hiciese visible), no a todo el pueblo, sino a los testigos escogidos por El de antemano, esto es, a Pedro y a los demás que comieron y bebieron con El después de que resucitara de entre los muertos. Esta era una prueba concreta sobre la realidad del cuerpo resucitado de Cristo. No era un espíritu, ni un producto de su imaginación, sino una persona muy real con la cual tenían intimidad. Como consecuencia del mandato de Cristo, estos testigos proclamaban estas buenas nuevas ante el pueblo y testificaban solemnemente que Jesús había sido puesto (nombrado) como Juez de vivos y muertos. Con esto, Pedro no estaba hablando de los espiritualmente vivos y los espiritualmente muertos. Más bien decía que Jesús es y será el Juez de todos los que han vivido o vivirán jamás en la tierra. Esto confirma lo que Jesús había dicho en Juan 5:22: "Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo." Por tanto, al igual que Jesús es el Mediador entre Dios y el hombre en la redención, también se hallará en el juicio. Después, como solía hacer, Pedro presentó el testimonio de los profetas. Ese testimonio da en su totalidad una prueba más de que todo el que crea en El recibirá perdón de los pecados por su nombre: por su autoridad y porque El es quien es (el Salvador crucificado y resucitado). El derramamiento del Espíritu Santo (10:44-48) "Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días". Mientras Pedro hablaba aún estas palabras (en griego, rhémata), hubo una interrupción súbita e inesperada procedente del cielo. El Espíritu Santo se derramó sobre todos los que oían la Palabra. Esto dejó totalmente asombrados a los creyentes judíos que habían ido con Pedro. En realidad, los dejó totalmente estupefactos ver que el Espíritu Santo se derramaba sobre los gentiles. La expresión "derramase" relaciona este suceso con lo que había tenido lugar en el día de Pentecostés (Hechos 2:17, 33). También lo relaciona el que hayan hablado en lenguas (lenguajes) y glorificado a Dios. Esta evidencia convenció por completo a aquellos creyentes judíos. También es una indicación de que la experiencia de Pentecostés se puede repetir. Pedro reconoció que esto era una nueva confirmación de que no sólo Dios los aceptaba, sino que los hacía parte de la Iglesia. En Pentecostés, el Espíritu Santo se había derramado sobre creyentes que ya habían sido identificados como la Iglesia y como el Templo del Espíritu Santo. Con este tipo de evidencia, ¿quién les podría impedir el bautismo en agua? Su experiencia al recibir al Espíritu era exactamente la misma que la de los creyentes judíos. Aquí podemos notar que estos gentiles, cuyo corazón estaba preparado gracias al mensaje del ángel, creyeron y fueron salvos mientras Pedro predicaba. Entonces estuvieron listos para el derramamiento del Espíritu Santo. Más adelante, en Hechos 15:8, Pedro diría: "Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros." Esto significa con toda seguridad que el bautismo en el Espíritu Santo dio testimonio de la fe que ya tenían antes de ser llenos con el Espíritu. Por indicación de Pedro, fueron bautizados en el nombre (por la autoridad) del Señor Jesús. Esto fue una declaración pública de su fe, un testimonio de la fe que ya tenían, de la fe que ya había traído la purificación a su corazón (Hechos 15:9). Entonces, le rogaron a Pedro que se quedara con ellos por algunos (pocos) días. Sin duda, querían más instrucción y anhelaban confraternizar espiritualmente con él.

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